sábado, 17 de abril de 2010

El dragón moribundo...


Comentando con una amiga, ya sabéis lo poco que me gusta a mi hablar... Bueno pues contándole lo del día de San Jorge y todas las ideas descabelladas que se me vienen ocurriendo a mi y a las coleguitas, le comente que mataríamos al dragón, así, sin paños calientes, a cuchillo, muere malvado dragón!!!
Ella quiso convencerme de lo contrario, quería que vendiera la moto de que el dragón es bueno y que no quería comerse a la princesa, que solo eran amigos...
Al ver que yo no daba mi brazo a torcer me mando este precioso relato, me encantaría que hicieseis el esfuerzo de leerlo porque es muy corto

El dragón moribundo

La encontré en el bosque un atardecer. Es mi hora predilecta. Aún las copas de los árboles más altos están levemente teñidas de luz; pero en su base hay sombra. Yo prefiero las sombras. No me gusta asustar a ningún ser que se adentre en el bosque, que es mi natural dominio.

La muchacha no se asustó de mí. Venía ensimismada y cabizbaja. Contestó con mucha cortesía a mi saludo. Fui yo quien le preguntó si se hallaba perdida. Levantó los ojos; miró a su alrededor y me contestó: “Sí”, con una pequeñísima sonrisa.

Se quedó, con entera libertad, a vivir conmigo. Me habló del rey su padre, del palacio grande y muy frío, del protocolo que la aislaba, de los pretendientes alfeñiques y sin ninguna fuerza que se le ofrecían como maridos. Me habló de su hastío y de su búsqueda... A veces apoyaba la cabeza sobre mi cuerpo tendido; a veces me permitía abandonar mi cabeza en su falda.

Ignorábamos todo lo que sucedía fuera. Sin embargo, una mañana escuché a escondidas a dos mujeres que iban hacia el mercado de la ciudad, y hablaban alto supongo que por temor, igual que todo el mundo. Parece que se intentaba liberar de mí a la muchacha; que se había convocado un torneo cuyo vencedor vendría acto seguido contra mí; que el favorito, que venía de lejos, era un caballero nombrado Jorge...

Ella me transmitía su deseo de no ser liberada. Quería permanecer conmigo, hacer con parsimonia las faenas domésticas; cantar por las mañanas al ritmo de los pájaros; escuchar las historias de animales y de árboles que yo había escuchado a mi vez desde hace tanto tiempo...

Hoy la muchacha y yo acabábamos de concluir la segunda comida. Se hizo un silencio entre nosotros. Lo rompieron unos gritos, unos galopes, unas voces de mando. La muchacha tenía los ojos bajos. Yo pensé que dormía. Me pareció lo mejor que podía sucedernos. Salí a la rasa que hay delante de mi vivienda...
Lo vi, deslumbrante de acero blanco, montado en su caballo soberbio y también blanco. No me dio tiempo a regresar. Me traspasó una y otra vez con su lanza. No me permitió ni siquiera defenderme. Oí la voz de la muchacha llamándome por mi nombre que sólo ella conoce. Noté que se había echado a llorar sobre mi cabeza. Noté que me abrazaba sollozando... Supe, antes de morir, que el caballero no diría nada de esto... Él contaría otra historia.

Antonio Gala (Los invitados al jardín)



Yyyy pues si, tuvo el efecto deseado, no lo voy a matar, va a ser buenísimo y los demás también, va a ser un cuento de los de... "y fueron felices y comieron perdices"

4 comentarios:

  1. Me encanta Almus!!!!!!!

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  2. Mu chulo. Te acabo de escanear un cuento que le regaló Laurita a Irene que te gustará.
    Si, ya se que está mal escanear o fotocopiar libros...

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  3. Que guay Almu!!!!
    Muaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaka

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  4. A ver si cuando llegue a Huesca lo encuntro y lo compro para tus chiquitinas.
    muas

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